No estaban permitidos ese tipo de experimentos con seres humanos. Decidieron utilizar un cerdo. Fue todo un éxito. El sujeto había asimilado las modificaciones genéticas a las que lo habían sometido y, para asombro de los científicos responsables, había evolucionado mas allá de todas las expectativas soñadas.
Había nacido el cerdo agente Federico. Así lo bautizaron en homenaje al poeta García Lorca.
Fueron años en los cuales, los poderes sobre humanos del cerdo agente, hicieron de él un activo imprescindible del servicio de defensa.
Pero, con el cambio de gobierno, el héroe, fue relevado del servicio. Al ser propiedad del estado, lo sometieron a un proceso de criogenización. Lo depositaron en un almacén militar en el cual permaneció en animación suspendida durante treinta y cinco años.
Y, ahora, requiriéndose de nuevo su servicio. Ha sido activado. Pero el mundo que se encuentra al despertar ya no es el que él recuerda. Todo ha cambiado. Y no precisamente para mejor.
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